Fue el día 27 de marzo cuando estuve deambulando por Palma, aprovechando la semana previa a las vacaciones de Semana Santa. Me senté al sol en un banco, frente al edificio de «s’Escorxador», pensando de manera inconsciente en Matadero 5, de Vonnegut.
El sol ese día era agradable y la sensación placentera, con numerosas personas yendo y viniendo en la ancha plaza. Mientras dibujaba, un grupo de escolares con sus respectivos tutores llegaron y se instalaron frente a mí, sentándose en el suelo. Aunque en un principio me pareció extraño, imaginé que sería la manera de dejar pasar los días previos a las festividades. Al poco rato los chavales ya correteaban de aquí para allá, jugaban, gritaban y hacían lo propio de su edad.
Mientras tanto yo dibujaba. Dibujaba y pensaba en lo curiosa que es la vida, y en la forma caprichosa en la que las ciudades crecen a veces. Allí, en ese lugar lleno de ruidos, carreras y de vida. La plaza junto al antiguo matadero municipal.
Juanjo Ramos 